miércoles, 22 de enero de 2020

MEROS GIGANTES



MEROS GIGANTES

Hace poco apareció en prensa y redes sociales la noticia de la captura de un enorme mero (denominado como “warsow” por los pescadores norteamericanos), el 29 de diciembre del pasado año, en aguas de Florida.






Es el ejemplar pescado más viejo de esta especie del que se tienen registros. El Instituto de Investigación de Pesca y Vida Salvaje de Florida ha calculado que el gigantesco animal tenía unos 50 años y pesaba casi 160 kilos.

 Los científicos han podido datar la edad del animal tras extraerle el otolito, una importante parte del oído interno de los peces óseos que se utiliza para determinar su edad. Se conocía hasta ahora que el mero es un pez longevo, pero no tanto. De hecho, en la base de datos de “fishbase.org” el anterior ejemplar registrado más ancianete tenía “solo” 37 años.

Estos peces, también conocidos como meros gigantes o goliath, miden de media dos metros y se cree pueden llegar a superar con holgura los 3m y pesar entre 300 y 400 kilos.

Su carne es muy apreciada y, por ello, es una especie amenazada por la sobrepesca, así como por la contaminación de su hábitat.

Es uno de los trofeos más espectaculares que puede capturar un pescador deportivo. Son peces muy voraces y territoriales y no dudan en atacar incluso a tiburones, con los que comparten sus cotos de caza.

Hay que tentarlo con equipos de al menos 50 libras y pez vivo como cebo para tener éxito. La picada es brutal y al principio es casi imposible recoger línea. Sin embargo, si el pescador, caña, carrete y aparejos resisten las primeras embestidas, se suelen entregar por lo que los combates, aunque agotadores, son más bien cortos, emergiendo exhaustos a la superficie. 


Como ya hemos comentado, la población de este gigante de los mares es vulnerable, por lo que salvo cuando el ejemplar es excepcional, se suelen liberar.

Existen dos especies de meros gigantes, ambos de la familia de los serránidos, como también lo son el resto de meros más pequeños, e incluso la popular cabrilla de nuestras costas, que si la miramos bien es como un mero en miniatura.

Frecuentan arrecifes y formaciones rocosas hasta los 200 metros de profundidad e incluso penetran en estuarios, canales y puertos, donde se emboscan protegidos entre los pilares y diques a la espera de sus presas. Por lo tanto, estos colosos se pueden capturar tanto desde embarcación como desde la costa. Desde los mismos muelles de instalaciones portuarias o puentes se han conseguido grandes ejemplares.

En el Atlántico, sobre todo en la costa oeste, habita el Epinephelus itajara,  desde Florida, Caribe y Golfo de Méjico hasta Brasil. Se tienen también noticias de su presencia al otro lado de este océano en aguas de Canarias y Senegal.

Su denominación mundialmente admitida por la IGFA (International Game Fish Asociation ) es “Goliath grouper”. Esta asociación, que homologa los récords de pesca deportiva a nivel mundial, según estrictas normas de certificación, establece como récord absoluto para esta especie 308,44 kgr, conseguido también en aguas de Florida en 1961. Todo parece que este registro quedará para la historia de la pesca deportiva.

En los océanos Índico y Pacífico, con una amplia distribución. Desde Japón, pasando por Australia y hasta las costas de Sudáfrica tenemos al otro 
mero gigante, Epinephelus lanceolatus, nombre IGFA “Giant grouper”.

Muy popular entre los pescadores aficionados australianos, es incluso uno de los emblemas de la región de Queensland. Aunque se estima que puede llegar al tamaño, o superar, a su pariente del Océano Atlántico, el récord absoluto IGFA se queda en 179,50 kg para un ejemplar pescado en Tanzania en 2004.

En Europa también tenemos nuestros meros, primos menores de los gigantes representantes del género “Epinephelus”. El más común y conocido es Epinephelus marginatus, sobre todo en el Mediterráneo y aunque también lo podemos encontrar en Galicia y mar Cantábrico, es muy raro en estas aguas. 




Raramente sobrepasan los 40-50 kgr, y capturas como las subastadas en las rulas gallegas rondan los 35 kilos son noticia en los periódicos locales, que ya hablan de “meros gigantes”. También son animales muy longevos, siendo un ejemplar de 60 años y 60 kilos el mayor ejemplar conocido. El récord absoluto homologado por IGFA es de 21,25 kgr para un ejemplar capturado en Cerdeña.

En aguas del Cantábrico, es más frecuente pescar la “cherna”, Polyprion americanus, un pez emparentado con los meros aunque no es un mero propiamente dicho, pero por su gran parecido y similar valor gastronómico con éstos, en las pescaderías y restaurantes no se les suele diferenciar.





Habita en los cantiles de la plataforma continental a bastante profundidad y se le suele pescar junto con merluzas y besugos, aunque cada vez es más escaso. No suelen ser piezas de más de 8-10 kilos, aunque puede llegar a pesar 100 kgr. 

Existen poblaciones de chernas muy repartidas por todo el mundo, y a diferencia de los meros, que prefieren aguas más calientes, a éstos se les puede encontrar en latitudes más frías. El record IGFA es para un ejemplar de 86,20 kgr  capturado en Nueva Zelanda.

miércoles, 1 de enero de 2020

CIVET DE LIEBRE CON ARROZ



Al estofado de liebre que ha permanecido macerando con vino se le da el nombre de civet.

Muchas carnes, especialmente las de caza o cerdo, previamente a cocinarlas pueden ser sometidas a un proceso, llamado adobado, consistente en mantener las piezas de carne durante un tiempo en un líquido (adobo), confeccionado normalmente con especias, hierbas aromáticas, aceite y vino.

En esta ocasión vamos a hablar de un civet de liebre, cuya receta no reviste mayor complicación, siendo el resultado espectacular.




Suele ser conveniente congelar la liebre durante varios días y descongelarla lentamente en el frigorífico para que así la carne esté más tierna.

Cortamos la liebre primeramente separando las extremidades. Las delanteras las dejamos enteras y de las traseras, mucho mayores, sacamos 3 pedazos.  El cuerpo lo cortamos en tajadas de 3-4 cm de grosor.

Necesitaremos buenas herramientas ya que los huesos de este roedor son muy duros.

En un recipiente que no sea metálico colocamos las piezas en las que hemos troceado el animal así como sus higadillos. Primeramente, se añaden las especias (tomillo, romero, laurel y perejil) y varios dientes de ajo troceados, untando todo el conjunto con un chorro generoso de aceite de oliva. Posteriormente se cubre el mismo con el vino tinto (al menos ¾ de litro) y se deja reposar entre 12 y 24 horas.

Escurrimos bien los trozos y colamos el vino. 

Pasamos las piezas de liebre por harina y las freímos en aceite bien caliente para que doren. Se escurren y se reservan.

Picamos abundante cebolla, si es roja mejor, y la freímos con los dientes de ajo hasta que se dore.

Trituramos los higadillos junto con un poco de sal y algunos trocitos de los ajos del adobo y los reservamos.

 Vamos a usar la olla a presión para guisar la liebre. Colocamos los trozos fritos en ésta y los cubrimos con la fritada de cebolla. Añadimos el majado de vísceras, la sangre, si la hemos guardado, el vino y media copa de vinagre.

Damos fuego y dejamos hervir fuerte unos cinco minutos, sin cerrar la olla para evaporar el alcohol. Tapamos y la dejamos hacerse durante 30 minutos.






Dejamos enfriar y, cuando esté templado el conjunto, retiramos las tajadas y pasamos la salsa, mejor con pasapurés y chino que con la batidora.

Aunque la liebre ya está cocinada, aún no hemos terminado de confeccionar el guiso, ya que debe reposar al menos un día. Esto es fundamental para dulcificar el sabor, perdiendo regustos agrios, y para que la salsa ligue bien, tornándose parda y más espesa.

Si el guiso está aún muy bravo, o no disponemos de tiempo para dejarlo reposar, podemos rectificar la salsa añadiendo una cucharadita de cacao en polvo o chocolate negro rallado, tanto para darle el tono pardo deseado a la salsa como para suavizar el gusto.

Aunque la guarnición tradicional es pan frito, vamos a acompañar la liebre con arroz. Para lo cual preparamos un arroz blanco hervido en agua y un punto de sal durante 16 minutos, 4 tacitas de café para unas 6 personas es suficiente. Una vez cocido el arroz lo lavamos con agua fría y reservamos.




Después de calentar el guiso en el fuego, ponemos una parte de la salsa en una cazuela de barro o tartera que se pueda meter en el horno y reservamos el resto para salsear los platos. 

Añadimos el arroz a esta cazuela y lo envolvemos bien con la salsa. Lo metemos en horno precalentado y gratinamos durante 4 minutos.

Servir las tajadas con el arroz de acompañamiento y, como no, una rebanada de pan frito. Salsear con la salsa sobrante.