domingo, 14 de julio de 2019

PECES VENENOSOS DEL CANTÁBRICO



Afortunadamente no tenemos mucha fauna marina peligrosa en el Cantábrico, aparte de algunas medusas y unos pocos peces que pueden provocar algún incidente entre los bañistas veraniegos o entre los pescadores aficionados. Sin embargo, alguno hay potencialmente mortal...



Pez araña pescado al curricán. Son tremendamente voraces y un peligro para el pescador.


Peces araña o salvarios (en euskera, saburdin, sabiron). Sin duda el peligro más habitual de las playas cantábricas junto con la resaca. Estos peces tienen la costumbre de esconderse en la arena dejando fuera los primeros radios de la aleta dorsal que cuentan con glándulas venenosas.

Tenemos presentes dos especies; la araña menor (Echiichthys vípera), que habita arenales a poca profundidad, y la araña o escorpión (Trachinus draco), de mayor tamaño y que suele habitar fondos arenosos o de grava a mayores profundidades.

Este último tiene cierto interés pesquero ya que a finales de la primavera suele formar nutridos bancos en aguas libres, abandonando el fondo para reproducirse. Es un pescado de carne tiesa y de poca espina, muy apto para sacarle los filetes.

Sin embargo, el más pequeño de los peces araña, a pesar de ser menos abundante, es el causante de la mayoría de las picaduras que se producen entre los bañistas veraniegos, ya que se entierra en la arena muy cerca de la orilla de playas y rías, sobre todo en los meses de verano. Hay veces que los socorristas tienen que izar la bandera roja ya que ocasionalmente en un día de gran actividad se pueden producir decenas de ataques en una playa concurrida. La única manera de evitarlos es bañarse con escarpines o sandalias de goma. 

En el caso de haber pescado alguno, hay que extremar las precauciones a la hora de soltarlo; siempre inmovilizarlos por la cabeza con unos alicates o ensartarlos con un tenedor. Una vez quitado el anzuelo, cortar de un solo tajo la cabeza y la aleta dorsal de púas negras. Ojo, porque incluso si nos pinchamos con algún ejemplar muerto, el veneno sigue actuando.




La picadura es muy dolorosa y si no se actúa rápido, el dolor y las molestias pueden incapacitar totalmente a una persona durante un buen rato.

En primer lugar, hay que limpiar la herida con suero salino y un antiséptico, como el agua oxigenada, para arrastrar restos de tejido y espinas que hayan podido quedar incrustadas.

Después hay que meter el pie o mano herida en agua cuanto más caliente mejor, ya que el calor inactiva parcialmente el veneno (he aquí la sabiduría popular, que recomendaba orinar sobre las picaduras).

Finalmente aplicar una pomada que contenga cortisona y un antiinflamatorio o anestésico local para mitigar la hinchazón y el dolor.

Antiguamente, cuando no había más que gasas y mercromina en los botiquines, los socorristas de las playas del País Vasco, después de lavar la herida con amoniaco, aplicaban sobre ésta un cuerno de cabra que, apretando absorbía el veneno. Después lo raspaban y lo dejaban preparado para el siguiente incauto bañista que se había metido al agua sin las consabidas sandalias cangrejeras. Yo mismo fui varias veces testigo del efecto casi mágico del cuerno de cabra, recuperando en instantes a las doloridas y mareadas víctimas de los salvarios.


Rascacios y Doradas capturados por una embarcación de pesca artesanal

-Cabrachos (kabrarocas): El Cabracho (Scorpaena scrofa), el Rascacio (Scorpaena porcus) y la Escórpora (Scorpaena notata) son las especies más comunes en el Cantábrico, pertenecientes a la familia de los escorpénidos.

Todos presentan espinas venenosas, sobre todo en el dorso y en la cabeza. Son excelentes pescados para su consumo, sobre todo el cabracho, que es el que alcanza el mayor tamaño. Se diferencia por tener los radios espinosos dorsales más largos (en euskera, espiluze) y una gran mancha negra en la mitad de esta aleta. Viven en fondos de piedra y escolleras, camuflados en las grietas o entre las algas y habitualmente pueblan las aguas costeras someras hasta algunas decenas de metros de profundidad, pero puedan descender a cotas mayores.

Son peces muy resistentes e incluso pueden sobrevivir mucho tiempo fuera del agua. Los ejemplares jóvenes pueden encontrarse en las charcas intermareales de zonas rocosas.



El Cabracho posee unas espinas dorsales muy largas.

Hay que tener cuidado al manipularlos ya que son un acorazado de espinas, y, aunque no todas sean venenosas, se te puede infectar la herida, ya que al ser espinas muy robustas pueden producir edemas.

No son tan venenosos como los peces araña y el pinchazo no es tan doloroso. El que suscribe ha sufrido un par de veces sus consecuencias; un poco de escozor e hinchazón local en la herida unido a un ligero mal cuerpo que se pasa bastante rápido. El tratamiento sería idéntico al comentado para la picadura del salvario.

Si pescando capturamos algún ejemplar, lo mejor para inmovilizarlo y quitarle el anzuelo es cogerlo de la mandíbula inferior cuando tienen la boca abierta.

Pastinaca: obsérvese el aguijón al inicio la cola


-Rayas con cola de látigo: Existen varias especies de rayas de la familia de los Dasiátidos llamados en general Chuchos o Pastinacas (en euskera, bastanga) y de los Miliobátidos: pez águila y pez obispo ( eusk: tramana), éstos últimos emparentados con las mantarayas.

Las más comunes son Dasyatis pastinaca y Myliobatis Aquila.

Todas ellas tienen una larga y fina cola en forma de látigo, en cuya base, insertos por la parte superior, poseen uno o varios aguijones, a modo de cuchillas dentadas y cubiertos de una especie de moco venenoso.

Aunque no son agresivas, el roce con la cola puede producir lesiones punzantes muy dolorosas y cortes graves, que se infectan muy fácilmente e incluso necrosan los tejidos heridos, por lo que además de limpiar bien la herida y sumergir ésta en agua bien caliente del mismo modo que con las picaduras de otros peces venenosos, convendría acudir pronto a un centro sanitario para ponerse la vacuna antitetánica e incluso un tratamiento antibiótico.

Como pasa con cualquier picadura, puede haber personas más alérgicas por lo que los síntomas se podrían potenciar complicando el cuadro clínico.

Constituyen una de las principales atracciones en los acuarios, como el de San Sebastián. Son muy listas y descaradas e interactúan con los buzos cuando les dan de comer, incluso robándoles los peces o calamares que sirven de alimento.


Raya águila recién pescada


Aunque son comestibles no tienen interés culinario.

Si pican en los aparejos deportivos son unos luchadores muy poderosos, tanto si se han pescado desde la costa como desde embarcación. Ofrecen una gran resistencia al levantarlas del fondo para posteriormente intentar escapar con largas carreras ya que son extraordinarios e incansables nadadores.

Viven sobre fondos blandos, alimentándose sobre todo de moluscos y crustáceos que trituran con su poderosa boca recubierta de placas óseas.

Les gusta penetrar en bahías y ensenadas abrigadas cerca de playas y estuarios. Pueden llegar a pesar más de 20 kilos y medir 2 metros de ancho.

Afortunadamente, ataques de rayas son rarísimos en el Cantábrico. Hay que tener en cuenta que las concurridas playas llenas de bañistas en el verano van a ahuyentarlas, pero cabría extremar las precauciones por la noche o en playas aisladas.

La recomendación es desplazarse, al entrar en el agua, arrastrando los pies en vez de dar pasos, ya que de esta forma se apartarían y evitaríamos pisarlas.




-Pez globo oceánico o Tamboril: Es el único de los representantes de la familia de los peces globo o tetraodóntidos que podemos encontrar en aguas del Cantábrico.

Se trata de un pez grisáceo y fusiforme de hasta 60 cm de largo, pero que cuando está en peligro se hincha como si fuera un globo.

Es un pez pelágico y habitualmente oceánico, aunque muy ocasionalmente se acerca a la costa, e incluso aparece varado en las playas durante la bajamar.

Lo mejor es no tocarlo por que tanto su piel como su carne son venenosas. Por si fuera poco, su boca en forma de pico es muy potente y de un mordisco te puede romper un dedo. Como todos los peces globo, su carne es tóxica y se le considera culpable de haber producido envenenamientos fatales al consumirlo.


Tamboril capturado pescando a la cacea junto chicharros y obladas.

Es un pez muy nadador y voraz que no duda en atacar los señuelos cuando estamos pescando a la cacea tras chicharros o lubinas.

Su presencia en la costa es muy rara. Las veces que lo hemos pescado han sido siempre a principios del otoño.

Tras la picada, te llevas una buena sorpresa ya que aparece de repente en superficie como si fuese un balón de playa. Al manipularlo, para quitarle el anzuelo, mejor hacerlo provistos de guantes y unos alicates. Tras un par de minutos se deshincha su panza y recobran su aspecto original, siendo el cuerpo más bien liso y sin escamas aparentes.




Así que, incauto bañista, nunca está de más protegerse un poco durante nuestra estancia en la playa y en el mar. Un día perfecto puede terminar con un susto propinado por estos "amigos"...

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